Habitante del suelo americano desde el origen de los tiempos, primogénito del continente desconocido por el mundo de entonces (instalado en otro hemisferio).


Merecen reconocimiento, merecemos reconocimiento...

El común denominador de los pueblos americanos es una actualidad que ha emergido (o tal vez resistido) de masacres y genocidios. Mestizando la esencia de los “conquistadores” que arribaron al nuevo continente con la suya propia, atesorada en la memoria de unos pocos y que golpea la puerta de la indiferencia de tantos.


El 19 de abril se habrá de celebrar en América Latina el Día del Indio Americano, declarado en el Congreso Indigenista Interamericano en el año 1940, en Patzquaro (estado de Michoacan) por el entonces presidente Lázaro Cárdenas, que era descendiente de aborígenes.

Quisiera evitar elocuencias propias (ya que ésta manera recurrente de expresar mis sentimientos parece no ser del paladar de muchos de mis colegas escritores de la actualidad), que florece seguramente por resabio o rebeldía de algún gen amerindio que quedó en mi interior. Pero no puedo sostener este grito que exige reconocimiento.

Somos esencial y definitivamente una mestización de etnias y colonizadores. Somos el resultado de lo que fuimos más lo que nos impusieron, aunque hoy a más de cinco siglos parece que simplemente somos un resultado.

Celebremos al genuino dueño del todo americano, y por esas cosas de Dios a quien continúa tributando al suelo su más sentido “Madre tierra”; emulado por movimientos ecologistas que luchan por contagiar a los “modernos” un sentimiento de respeto por la naturaleza que se debate herida.


Permitámosno un momento para recordar a quienes realmente nos precedieron, reconozcamos que el gen importado no se reprodujo solo, que necesitó del originario, de su naturaleza… y de la naturaleza.


Advertencia...!

Espero no herir susceptibilidades con mis expresiones sobre la pertenencia de los valores inalienables de la tierra. El habitante originario sostenía escalas de profunda humanidad, su organización social regida por autoridades genuinas y de mitología propia, le permitía una convivencia natural, desprejuiciada, paradójicamente severa... hasta la invasión a sus métodos. Hasta el avasallamiento a sus costumbres.
Busco reivindicar su dignidad de dueño, desagraviar historias de un solo perfil, y honrar su esencia antropológica de la cual somos herederos.

Si lo aceptas... adelante, comparte mis sensaciones

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Nacido en Santo Tomé (Corrientes) Creció en Concordia, Entre Ríos donde realizó sus estudios primarios y secundarios. Casado, padre de familia, escritor por vocación, tiene publicado dos libros "Por qué soy laico" donde refiere su vida cristiana y recita las 14 estaciones del Vía Crucis en versos. "Breves reflexiones de vida" de cuentos cortos con reflexiones. Radicado en Ushuaia desde 2004, coordinador de concursos literarios de La Voz Fueguina, revista cultural dirigida por Norma Noguera, periodista de vasta trayectoria. I Premio Poesía en Bodas de Plata de la Pquia. María Auxiliadora, participante en la XV Feria del Libro de Río Grande, T. del Fuego. Ayudó a la edición del libro "De cuentos y algo más" de Ignacio Gomez Vargas, precoz escritor (11 años) de cuentos para niños, colaborando con el diseño, compaginación e ilustración. También compaginó y diseñó la Antología Semántica Interior, publicada en Agosto de 2009. Participante de la Unión Hispanoamericana de Escritores por la Literatura y la Paz. En Abril de 2010 realizó una muestra litararia con obras sobre los Pueblos Originarios de América. Y editó en Noviembre de 2010 el libro de poesías Sin Límites de Editorial Utopías

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viernes, 5 de febrero de 2010

Mi Patria íntima de Carlos A. Giménez

Tengo mi patria 
pateándome el alma,
reviviendo el ayer,
desprendiendo su cuerpo pequeño
del suelo continental,
que parió su vida
desde el confín de los años.
La patria pequeña,
la que nos mece cada día
acunando historias,
esa que viste de nieve los inviernos
para bailar con el chimango
que baja del monte
en busca de alimentos.
La que moldearon
los shelknam, los haush,
los yámanas y alacalufes,
la patria que duele
desde su propia historia,
esa historia
que no le ofrendó respeto
porque discriminaron
del ser la existencia
aquellos que llegaron
a hacer su América.
Mi patria íntima,
que atesora varios bicentenarios,
a la que no le importa
el ciclo que mide el progreso,
porque desde el fuego y el viento
vendrá su propio tiempo
a hacerle cosquillas al monte
para que sonría el originario,
verdadero propietario del pretérito.
¿Cuántos años,
mi patria esencial?
Mi gen intrínseco se rebela
y grita al gen del europeo
que despobló ésta tierra,
que ofreció progreso
a precio de sangre,
que puso al hombre del fusil…
y enterró la vida sin orejas.
Mi patria interna
que sigue ofreciendo amor.
Esa patria legítima,
de ornamentos alfareros…
habitante de museos.
¡Ay, Patria mía…!
me atormento en tu recuerdo
¿Quién no se duele en Julio Popper
y sus cazadores de indios?
No me prives llorar,
patria latido,
recordando a Mac Lennan
el “chancho colorado”.
Ni por el nefando precio de una libra,
vil presea canjeada por testículos,
por senos y por orejas de niños.
Que hasta Temáukel se horrorizaba,
impávido ante tanta saña.


Pero un día,
un día del mañana
vendrán los hánush
a recuperar tu dignidad,
y con espíritus chamanes
pedirán al mundo
tu desagravio,
para que celebres
como un klóketen
tu estampa bravía.
Mientras tanto
no renuncies al amor,
ni te inmoles para que te premien
con falsos rótulos martirizados
en papeles de diarios.
Vive, patria alma,
en la intimidad de nuestros recuerdos,
respirando en la cordillera
que atrapa al cielo
para encumbrarte,
en tu fauna generosa,
en tu cromática flora,
en la pluma abandonada,
en el cuchillo de ostra,
en el abrigo de zorro,
en la lenga hecha canoa,
en la caricia de nieve.


Vive, patria mía
en el grito arrepentido,
en la bendición que llegó tarde,
en el corazón de tu legado
que no deja de honrarte.





Para interpretar mejor al autor y la rebeldía de su obra, ver la historia del Genocidio Shelknam ocurrido entre los años 1886 y subsiguientes cuando el rumano Julio Popper llegó en busca de yacimientos auríferos a la Tierra del Fuego y los aborígenes entorpecían su negocio. Entonces armó su grupo de “cazadores de indios” comandados por Alejandro Mac Lennan apodado “chancho colorado” que ofrecía a sus soldados una libra por los testículos de los hombres de nuestro pueblo originario, por los senos de las mujeres y por las orejas de los niños. Esta aberrante práctica fue coronada con la matanza de San Julián un 25 de noviembre de 1886 junto al comandante Ramón Lista, con fotografías de su “amarga proeza” que el mismo Popper le regalara al entonces presidente de la Nación Miguel Juárez Celman. (Podemos ver  fotos de su "hazaña" enviadas al Presidente)
 
Como una irónica burla las monedas que fueron acuñadas en oro por Julio Popper en Tierra del Fuego, que tenían valor de circulación legal mientras estaba vigente en el resto del país la Moneda Nacional, hoy gozan de un enorme valor numismático.


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